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ULTRA TRAIL GUARA-SOMONTANO

Encontrar la belleza en la extenuación. Quizás sea la mejor descripción de correr, andar, tropezar, penar, euforizarse, sufrir, y siempre avanzar, sin parar, durante más de 23 horas sin pausa, 108 km, 6000 metros arriba y otros tantos abajo, para llegar a un arco de meta de noche, absolutamente agotado, totalmente emocionado, momentáneamente feliz.

Y entretanto, en el pasado reciente, unos horizontes de una belleza casi inhumana, sendas por cortados, veredas entre paredes, soledad a ratos compartida con otras respiraciones igual de exhaustas, tan maravilladas y asustadas ante el esfuerzo, siempre restando kilómetros, quitando minutos a una meta que no es el objetivo sino la excusa del estar aquí y ahora, cruzando un cañón tras otro, vadeando riachuelos convertidos momentáneamente en torrenteras, ascendiendo cuestas sin fin donde solo la mirada al suelo consuela el no saber lo que aún queda para que acabe la subida, bajando entre saltos y tropezones cuando las piernas se niegan a responder.

Todo ello enlazado mediante ratos compartidos en los avituallamientos, pequeñas frases cómplices del esfuerzo con quién te vas cruzando, de gratitud hacia quién sin conocerte de nada te sonríe, te anima, te jalea, te aplaude, haciéndote sentir por momentos señor de un universo inabarcable para al instante siguiente volver a la soledad, al bastoneo, al silencio solo cortado por la respiración, por un canturreo que a veces aflora de dentro tratando de demostrarse uno a si mismo que sigue vivo, que sigue feliz engañando el esfuerzo, que la cabeza no manda y a pesar del cansancio, de los dolores, de la racionalidad, sigues y sigues y sigues en busca de la meta que no es final sino excusa, íntimamente sabedor de que lo realmente cuenta es el aquí, el ahora, el avanzar, caminar correr en cada momento, desconectado de la mente, casi del mundo, de uno mismo. Cuerpo como autómata, mente como vacío, piernas como vehículo de seres divagantes montaña arriba, montaña abajo, incólumes a una tormenta nocturna demoledora, un granizo que hace de muro infranqueable ante el que solo queda el cobijarse bajo un arbolillo y esperar a que pase el vendaval, el agua y viento inmisericorde, la luminosidad aterradora de los rayos alrededor… para después renacer, empezar de nuevo a caminar, a correr, al principio más agua que sólido, en la noche, buscando un amanecer que dé una mínima tregua de calor a un cuerpo aterido que increíblemente genera una calidez que envuelve, protege, invita de nuevo a correr.

Y veintitrés horas y pico después… cruzar la meta, emocionarse, obligar al cuerpo a parar, a caminar de nuevo reposadamente tras tanta adrenalina, y empezar a tiritar, cansancio y frio acumulado durante la noche y el día que de repente aflora por los poros. Caminar en la noche de un pueblo ya casi dormido camino del refugio, del descanso, olvidado de todo, tontamente feliz.

Ultratrail Guara-Somontano. 108 km. 6100+ según GPS. Carrera bajo las tormentas.





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